Características de las personas resilientes
Resiliencia, Qué es, y qué caracteriza a las personas Resilientes
¿Qué es la Resiliencia?
La palabra Resiliencia proviene del latín resalire, que significa “recomenzar”, y se usaba para designar la capacidad de recuperación del acero a pesar de haberlo deformado e intentado darle otra forma.
Pero cómo son las personas resilientes
A día de hoy utilizamos el término resiliencia para referirnos a la capacidad del ser humano de adaptarse de manera positiva a las situaciones de adversidad que se le presentan.
Con adaptación positiva nos referimos al hecho de que la persona logra alcanzar objetivos y expectativas esperables a pesar de los grandes desajustes que haya vivido.
Pero además, con el concepto de personas resilientes o el término resiliencia va más allá, se refiere también a la capacidad de, ante la adversidad, salir fortalecido de la experiencia.
Que esta experiencia les haya servido para crecer y desarrollar sus potencialidades. Esto implica reestructurar los recursos psicológicos de lo que disponíamos para adaptarnos a las nuevas circunstancias.
Esto es lo que el psiquiatra Boris Cyrulnik (Burdeos, 1937) que trabajaba con niños traumatizados y tras sus experiencias durante la Segunda Guerra Mundial, denominada el “Renacer del Sufrimiento”.
Cabe mencionar al neurólogo y psiquiatra austríaco Viktor E. Frankl (1905-1997), de origen judío, que estuvo interno en los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
Esta experiencia le sirvió para observar cómo antes las mismas circunstancias terribles y deshumanizantes que se vivían dentro de los campos había personas que lograban vivir y sobrevivir mejor que otras.
Personas resilientes
“Aquellos que tienen un porqué para vivir, resistirán” decía Nietzsche y Frankl estaba totalmente de acuerdo con esta afirmación del filósofo alemán.
Observó que aquellas personas que tenían esperanza por reencontrarse con sus familiares, tenían proyectos inacabados que estaban motivados a desarrollar, aquellos que tenían fe en algo, tenían más posibilidades de sobrevivir que las demás.
Es lo que el llamó el Sentido de la Vida, entendiéndose este como una fuerza primaria, y no como una racionalización. Un impulso íntimo que nos mueve hacia donde queremos estar.
La duda que nos surge es, ¿Era esto una cualidad innata de personas resilientes? No.
La resiliencia implica un proceso fruto de las experiencias que permite el florecimiento de ciertas capacidades psíquicas, físicas, sociales e incluso espirituales que nos permiten llegar a ese sentido de la vida que mencionábamos antes. La resiliencia es una forma de entender la vida, no una cualidad aislada.
Factores que contribuyen a la persona resiliente
Al desarrollo de las personas resilientes contribuían, según Frankl, varios factores que a mi parecer son fundamentales:
- La capacidad de Experienciar: el hecho de vivenciar aquello que valoramos y que nos mueve. Amar, contemplar una obra de arte que nos conmueva, escuchar nuestra melodía preferida, etc.
- Creatividad: “el sacar algo de la nada”, encontrar recursos en momentos en los que los medios son escasos y el ambiente no ayuda.
- Actitud: la posición en la que nos colocamos frente a lo adverso. El humor, la valentía, la positividad, etc.
Características de las personas Resilientes
Ahora bien, ¿Qué factores tienen en común las personas resilientes? Aquí tienes algunos de los rasgos que suelen definirlas: Empecemos con la capacidad de auto-observación. Las personas resilientes hacen el ejercicio de preguntarse qué parte del problema que están experimentando son el resultado de causas externas y que parte puede tener que ver con ellos mismos.
Si identifican estos factores se hacen cargo, son honestos y se responsabilizan.
Sin embargo, cuando la causa de la adversidad es externa y se escapa a su control, saben lidiar con la incertidumbre y ponen la energía en gestionar sus propias emociones.
Las personas resilientes son flexibles, y con esto nos referimos a la flexibilidad psicológica, o la capacidad de ver más allá, de vislumbrar otras formas o caminos, de irnos adaptando a las circunstancias.
Esto permite a las personas resilientes tener un mayor equilibrio emocional frente al estrés, pues si es algo que ellos puedan solucionar se ponen manos a la obra y son resolutivas, pero si se escapa a su control, tratan de tranquilizarse y esperan a que pase la tormenta.
Además las personas resilientes son mucho más creativas, pues son capaces de imaginar formas y caminos muy variados para alcanzar lo que les motiva y para solventar las dificultades.
El sentido del humor es otra estrategia que suelen utilizar y que les define.
Las personas resilientes suelen presentar una autoestima sólida que confían en ellas mismas, saben cuales son sus fortalezas y sus capacidades y no dudan en ponerlas en marcha.
Sus metas son realistas, objetivas y alcanzables, y no se montan castillos en el aire.
Aun así, suelen tener una visión muy optimista de los resultados y se permiten soñar con otros horizontes.
Al igual que conocen sus potencialidades, también conocen sus limitaciones, y cuando se topan con una de ellas piden ayuda a los demás.
Las personas resilientes son empáticas, saben conectar con otras personas, y ante situaciones adversas buscan el apoyo social como una manera de afrontar y sobrellevar lo que les esté aconteciendo.
Entienden las dificultades como momentos puntuales de la vida que acabarán pasando e intentan enfocarlos como oportunidades de aprendizaje y de desarrollar nuevas capacidades.
Las personas resilientes practican la conciencia plena, el aquí y ahora, qué no se enredan en el pasado ni anticipan en el presente.
Son conscientes de cómo el pasado les ha podido influir para bien o para mal, y de hacia donde quiere seguir caminando en pro de un presente fiel a su sentido de vida.
Todos podemos llegar a desarrollar la capacidad de resiliencia, cada vez que superamos cualquier circunstancia difícil y nos detenemos a mirar como hemos podido atravesarla y salir de ella, observando los recursos que hemos utilizado para ello, lo que nos ha ayudado a mantenernos a flote en medio de las tempestades propias de nuestra existencia.
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