Tratamiento: duelo por la pérdida de los padres. Madrid
Psicólogo: duelo por la pérdida de los padres en la etapa adulta. Madrid
La muerte es un fenómeno que, tarde o temprano, aparece en los pensamientos de cualquier ser humano.
Tratamiento por la pérdida de los padres: cómo afrontar la pérdida
Como la vida, ésta ha sido la protagonista en multitud de ocasiones, como en canciones, historias, cuentos, libros…
Del mismo modo, la forma en la que nos hemos referido a la muerte, también, ha resultado ser muy extenso. Por ello hablaremos de la pérdida y el duelo
En muchas ocasiones, este hito vital, desde una perspectiva más filosófica religiosa tiende a romantizarse y a colocarse alrededor de ella numerosas supersticiones, historias, rituales ancestrales o creencias del más allá que la llevan a darle ese toque fantástico.
Sin embargo, en muchas otras ocasiones, se aborda desde un lugar perturbador y hasta neurótico como desde el enfoque médico, que está más preocupado por hacer todo lo posible por impedir que asome por la puerta o, por lo menos, que tarde lo máximo posible.
Del mismo modo, la forma que tenemos de entender la muerte está sujeta a muchos factores.
De manera necesaria, la herencia familiar y la forma en la que nuestros progenitores nos han explicado las reglas sobre las que se rige el mundo, es determinante a la hora de formarnos una opinión respecto a ella.
Sin embargo, hay un factor biológico que hace que, necesariamente, nuestro concepto de la muerte, evolucione con el paso del tiempo: la edad.
Párate a reflexionar durante un momento la forma en la que un niño entiende la muerte.
Probablemente no tenga nada que ver con cómo lo ve tu yo adulto.
Las pérdidas que sufrimos cuando somos pequeños son difíciles de entender, ya que, cuando somos niños, procesos mentales más complejos donde está involucrada a la corteza cerebral, como el de meta cognición (pensar sobre tu propio pensamiento) o el de mentalización (ser consciente de tu estado mental y emocional y del estado del resto) no han llegado a su proceso de maduración total.
Seguramente puedas establecer, incluso en tu experiencia, una diferencia muy clara entre la reacción de un niño que ha perdido a un ser querido que forma parte de su círculo cercano de la reacción de este mismo cuando se trata de otra persona.
La razón de esta diferencia es que el primero está involucrado en su crianza, y por tanto en su probabilidad de supervivencia, mientras que el segundo no, y es por lo que pasa a ser un concepto bastante más complejo para él.
Cómo afrontar el duelo pro la pérdida de los padres
Una de las características principales de los mamíferos superiores como los seres humanos, es la enorme capacidad de plasticidad neuronal de la que está dotada nuestro cerebro.
Esto hace que podamos adquirir una cantidad de habilidades y conocimientos muy superiores que nos diferencian del resto de mamíferos, como los felinos.
Sin embargo, también tiene un problema: nos hace más dependientes durante más tiempo de nuestros progenitores o figuras de apego.
Esto nos lleva a que, de manera necesaria, las los fallecimientos durante esta etapa de “dependencia” sean eventos verdaderamente traumáticos
Todo esto se complica conforme nos vamos haciendo mayores. ¿Cuándo dejamos de ser dependientes?
Responder a esta pregunta resulta algo controvertido. En cuanto a las necesidades físicas, se puede decir que en la adolescencia alcanzamos cierto grado de independencia, ya que es un periodo de transición, un ritual de preparación para la vida adulta, pero lo cierto es que no podríamos afirmar que seamos 100% independientes.
La prueba de esta disparidad de opiniones se puede reflejar en que, según la legislación en España, se propone una mayoría de edad en 18 años, mientras que algún estado de los Estados Unidos, la mayoría de edad no se alcanza hasta los 19 o 21 años.
Alguien que esté especializado en apego, probablemente responda, aunque con matices, con “nunca” a esta pregunta. ¿Por qué?
Los seres humanos somos seres sociales. Eso quiere decir nuestro sistema de apego está diseñado para buscar y conectar con otro.
Lo que en la literatura se conoce como apego seguro y lo que John Bowlby, uno de los estudiosos más reconocidos en este área, entendía que un ser humano adulto estaba dotado de apego seguro cuando sentía la autoconfianza de valerse por sí mismo ante la adversidad, al mismo tiempo que tenía la capacidad de confiar en el otro a la hora de tener que pedir ayuda.
Esta es la razón por la cual, aunque seamos adultos e “independientes”, nuestros padres sigan siendo padres y, por tanto, figuras de referencia.
Ahora bien, ¿qué pasa en la edad adulta cuando, aun siendo autosuficientes, perdemos a alguna de estas figuras?
El concepto de duelo y pérdida del que hemos hablado anteriormente, ha evolucionado mucho desde que éramos pequeños y es probable que incluso la situación se haya complicado: aquella persona que sigue siendo tu referente, pasa también a ser una persona que, si no está en el mismo nivel de interdependencia que tú, haya entrado en una edad en la que necesite más de ti que tú de ella.
Lo cierto es que, el cerebro, casi nunca está preparado para esta situación, por lo menos en lo que respecta a la cultura occidental.
Aunque biológicamente, sea ley de vida, nuestro sistema de apego sufre una ruptura, más o menos abrupta en función de otros aspectos, que es lo que llamaremos proceso de duelo.
Ante la pérdida de un ser querido y, sobre todo de un progenitor, lo más normal es que se produzca todo un aluvión de sentimientos difíciles de recolocar a corto plazo como tristeza, rabia, sensación de soledad…etc.
La situación en la que se dé la pérdida y la relación con la figura de apego va ser determinante a la hora de elaborar todos esos sentimientos.
No es lo mismo que el cuerpo elabore una muerte repentina, como un accidente de tráfico o un derrame cerebral, que una enfermedad degenerativa donde al hijo o hija en cuestión, le espera otra etapa muy diferente.
Del mismo modo, no tiene nada que ver sufrir una pérdida de alguien con quien tienes una relación saludable, que cuando la falta viene de una relación donde han quedado aspectos por solucionar.
Aunque en ambas situaciones, el duelo va a ir acompañado de tristeza durante un lardo periodo de tiempo, se corre el riesgo, en el segundo escenario, de que haya fases del duelo donde te puedas quedar atrapado.
Desde 1969 en este campo de la psicología domina la teoría de las 5 fases del duelo, desarrollada por la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross en su libro «Sobre la muerte y el morir». Vamos a detenernos en explicar de manera más detallada cada una de las fases del duelo y que qué es lo que pasaría en caso de quedarnos temporalmente atrapados en alguna de ellas.
1. Etapa de la negación: esa negación puede inicialmente amortiguar el golpe de la muerte de un ser querido y aplazar parte del dolor, pero esta etapa no puede ser indefinida porque en algún momento chocará con la realidad.
2. Etapa de la ira: durante esta fase, los sentimientos de rabia y resentimiento, así como la búsqueda de responsables o culpables, son estrategias a las que la persona que sufre la falta suele recurrir, sobre todo cuando se ha tratado de una muerte abrupta e inesperada, como un accidente de tráfico.
Esta rabia no solo aparece hacia figuras que han tenido un papel más o menos activo en el proceso de fallecimiento, como el médico encargado del caso o la persona que conducía bajo los efectos del alcohol, sino que también se puede proyectar hacia otras personas allegadas.
Aunque la situación o haya sido inesperada, la ira también puede aparecer ante la frustración de que la muerte es irreversible. Si uno se queda estancado en esta fase, corre peligro de que el sentimiento se vuelva indiscriminado se cronifique afectando a las relaciones sociales, sentimentales e incluso al entorno laboral
3. Etapa de la negociación: en esta fase las personas especulan con la idea de que la situación es reversible. No estamos hablando de un delirio.
Evidentemente, la persona es consciente. Sin embargo, una parte de su cerebro empieza hacerse preguntas del tipo: ¿qué hubiera pasado si…?, o a hace atribuciones, tanto a sí mismo como a otros como: debería haber hecho más.
Esta etapa es muy peligrosa, ya que se corre el riesgo de que la culpa te envuelva y vivas constantemente en frases formuladas en pasado que, aunque tengan mucho significado a nivel emocional, no tengan ninguna utilidad presente de cara a solucionar la situación.
4. Etapa de la depresión: caracterizada por la tristeza profunda y la sensación de vacío.
En esta fase afloran un conjunto de emociones que, aunque muy molestas, naturales, congruentes y vinculadas a la pérdida de un ser querido.
Sin embargo, algunas personas incluso pueden llegar a sentir que no tienen incentivos para continuar viviendo sin la persona que murió y pueden aislarse de su entorno.
5. Etapa de la aceptación: como último paso, aquí las personas por fin aprenden a convivir con su dolor emocional en un mundo en el que el ser querido ya no está.
Dicho de otro modo, aprenden a vivir en el presente con ese malestar.
Aunque el factor individual es importante, si se ha elaborado el duelo de manera saludable, con el tiempo se recupera la capacidad de re experimentar alegría y placer.
Aunque esta es la teoría, las personas no suelen pasar por todas las etapas ni en ese orden específico, por lo que el duelo se puede manifestar de distintas maneras y en momentos diferentes para cada persona.
Lo que sí es importante es que, si identificas que te cuesta salir de alguna de ellas o que la pérdida está haciéndose demasiado grande como para transitarla, puedas buscar a algún profesional que te acompañe y te ayuda a elaborar de la manera adecuada.
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Autora: Beatriz Gil Torres