Problema buscar la aceptación de los otros
El problema de anteponer la aceptación de los otros a nuestras necesidades: El sacrificio para la aceptación
Por qué buscamos ser aceptados por los otros
A todos nos gusta sentirnos queridos, aceptados, formar parte de algo y con las siguientes líneas no vamos a intentar convenceros de lo contrario. Lo que sí que nos gustaría es que pensaseis hasta qué punto esa aceptación es real o conseguimos que la sociedad, que los demás nos acepten por algo que no somos o, mejor dicho, por ser lo que quieren o lo que se supone que tenemos que ser.
No se trata de que todo sea blanco o negro. Entre aislarse del resto y vivir por y para que los demás nos acepten, debemos encontrar un equilibrio en el que nosotros nos sintamos cómodos, nos aceptemos y nos queramos como somos y que ese sea el punto de partida para que los demás lo hagan, no a la inversa. No queremos transmitir el mensaje de que hagamos lo que nos plazca sin tener en cuenta a los demás.
Simplemente que cada uno pueda valorar en que medida respeta y valora más al otro que a sí mismo.
Con frecuencia en las noticias vemos casos de personas de éxito que deciden acabar con su vida, músicos, actores, escritores, personas aceptadas y admiradas por millones de personas, que tendemos a creer que lo tienen todo por esa aprobación social. Estos casos son ejemplos reales de que la aceptación de los demás, no es lo único, ni lo más importante.
¿De dónde viene la necesidad de aceptación?
Los seres humanos necesitamos socializarnos, somos sociales por naturaleza, estar en contacto con el entorno, desde bebés buscamos constantemente la atención y el contacto, comenzamos a construir el apego hacía nuestros familiares más cercanos y a medida que vamos creciendo lo hacemos de forma más consciente.
Desde que somos pequeños nos dan instrucciones acerca de lo que debemos o no debemos hacer para ser aceptados. Por ejemplo, pensad a cuantos de vosotros os han obligado de pequeños a dar un beso a alguien cuando no os apetecía, simplemente porque era que había que hacer o porque si no nos iban a querer, o cuantos ibais llorando al colegio y os decían que no lo hicieseis porque así los otros niños no iban a querer jugar con vosotros por “llorica”.
Son solo dos ejemplos muy simples de como desde pequeños, nuestra conducta va siendo modificada en función de lo que demás creen conveniente. Los problemas ocurren cuando a medida que vamos creciendo, otorgamos más valor a lo que a los demás les parezca bien, a lo que los demás quieran, que a nuestras propias necesidades y esto se convierte en nuestra manera de relacionarnos.
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¿Qué ocurre cuando la necesidad de aceptación es excesiva?
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Nuestras prioridades y necesidades pasan un segundo plano, sacrificándolas en beneficio de la aceptación del otro. Esto puede ocurrir en todos los ámbitos de la vida o verse reducido a alguno en el que nos sintamos más inseguros o creamos que vamos a ser rechazados si no cedemos.
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Pérdida de personas: Esto suele comenzar a ocurrir en la adolescencia, cuando comenzamos a desligarnos de la familia y a vincular más con nuestros amigos. En ocasiones perderemos o sacrificaremos a personas que aportan beneficios a nuestra vida, si esta no es aceptada por el grupo.
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Conductas de riesgo: Relacionado con lo anterior, podemos comenzar a realizar actividades que nos ponga en peligro como por ejemplo consumir sustancias, delinquir, vernos involucrados en peleas, etc.
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Represión de la opinión: En la infancia comienza nuestra educación y con ella muchos mensajes del tipo: “Eso no se dice” “no hagas eso que no está bien visto” “pórtate bien”, que normalmente suelen ir acompañados de una recompensa cuando se obedece y de un castigo cuando no es así. Es evidente que necesitamos límites para respetar a los demás y al entorno, pero cuando esos mensajes se interiorizan y/o reciben en exceso pueden llevar al error de que lo de los demás es lo válido y no nuestro no, desarrollándose la incapacidad en la persona de poder expresarse, principalmente cuando esté en desacuerdo por miedo a ser excluido.
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Desarrollar nuestra propia personalidad: La mayoría de las personas con una patológica necesidad de aceptación, tienen graves dificultades para saber que les gusta, que necesitan, que les motiva o que les desagrada y suelen darse cuenta en la edad adulta. Esto ocurre, porque durante su desarrollo no han podido o no han sabido escucharse a sí mismos, verse como ven las demás y aceptarse.
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Inestabilidad emocional: La regulación emocional en estos casos depende más del entorno que de la persona misma, es decir, si desde fuera hay aprobación sentirá emociones placenteras, pero que nunca serán suficientes, siempre necesitará más reafirmación. En caso contrario, la incertidumbre, el estrés, la ansiedad se apoderarán de la persona emocional y racionalmente, causándole mucho sufrimiento. En estas situaciones las personas no son dueñas de sus emociones. Si quieres leer más sobre la inestabilidad emocional, entra en este artículo
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Errónea zona de confort: En realidad en estos casos podría llamarse “zona cómoda”, porque lejos de ser confortable, mantiene a la persona en constante alerta y pendiente de todo lo ajeno. Es lo que conocen y no se creen capaces de salir de ahí y de conocer lo que hay fuera.
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Autoconocimiento: La única persona con la que vamos a vivir toda la vida es con nosotros mismo, por eso es fundamental conocerse, con nuestros defectos y virtudes, aceptándonos en primer lugar a nosotros. En los casos en los que la necesidad de aceptación se convierte en una prioridad, la identidad de la persona se ve daña porque carecen de ese conocimiento propio tan necesario.
Alfredo Hoffman dijo: “Cuanto menos nos aceptamos más necesitamos de la aceptación de los demás”. Creo que todas las personas deberíamos reflexionar sobre esta frase y ver donde nos posicionamos en nuestra vida. Aceptar no significa conformarse, podemos cambiar, aprender, desaprender, crear. Nuestra vida es un regalo y merecemos vivirla de la mejor manera posible, respetando a los demás, pero sobre todo aceptándonos y queriéndonos como somos, porque si nosotros lo hacemos, el resto también lo hará.
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