Cómo afecta el maltrato y el trauma al apego

¿Cómo afecta la vivencia de maltrato durante la infancia en el desarrollo del apego?

Trauma y apego

Existen vivencias durante la infancia que pueden generar lo que se conoce como trauma de apego en el niño y futuro adulto.

El apego es el vínculo que el bebé establece con sus cuidadores principales. Este aporta al bebé seguridad, afecto, cuidado, calma, así como la exploración del mundo que le rodea. Conforme el niño va creciendo aprende a través de las experiencias vividas, a relacionarse, a cuidarse a sí mismo, a regular sus emociones… A través del apego el niño irá desarrollándose emocionalmente y en caso de que este vínculo no esté disponible pueden aparecer determinadas alteraciones.

El apego es el vehículo para el desarrollo físico, emocional y cognitivo del niño, siendo una necesidad de primer orden.

Una de las causas principales del trauma de apego está generada por la desregulación emocional del niño. Es decir, los cuidadores principales no atienden las necesidades de este, ni hacen de soporte y contención para el menor.

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Los bebés transmiten sus necesidades a través del llanto, es la forma que tienen de comunicarse. Nuestra amígdala se activa y prepara al bebé para dar una respuesta de lucha o huida, es decir se encontrará hiperactivado. La función del cuidador es devolverle a un estado de calma, en caso contrario puede aparecer una hiperexcitación en el niño y desarrollarse trastornos de tipo emocional.

Por el contrario también puede aparecer una respuesta de hipoactivación, es decir, ante determinadas situaciones aparecerá un estado de congelación. En este momento parecerá que nuestro bebé se ha calmado, pero lo que realmente ocurre es que al no haber atendido las necesidades del bebé, este pasará a activar el sistema de defensa, dándose un bloqueo de las emociones.

¿Cuál es el motivo por el que puede aparecer un trauma relacional o de apego?

Son muchos los motivos por los que puede darse un trauma de apego. No atender las necesidades del niño, conductas ambivalentes del cuidador, donde el niño no puede predecir la respuesta de sus padres o el maltrato  en el seno familiar durante la infancia.

Vivir maltrato psicológico o físico puede dañar el desarrollo del cerebro del niño, dando lugar a un cerebro y sistema nervioso alterados. Los niños que vivencian este tipo de situaciones, manifiestan un alto nivel de estrés.

El estrés es generado, además de por la situación que se vive en casa, por el temor que sentirá en relación a su figura de apego. La misma figura que le dota de seguridad y cuidado es la misma que le produce miedo, temor y preocupación. En este caso nos encontramos con un apego de tipo desorganizado.

¿Qué es el apego de tipo desorganizado?

El vínculo que se da entre el cuidador y el bebé resulta amenazante para el menor, debido a que el adulto puede resultar ser alguien violento, agresivo y nada predecible en sus actos. La persona responsable de dotar al bebé de cuidado y seguridad, genera a su vez miedo en este, generando una ambivalencia muy grande en el menor. Como su propio nombre indica, el adulto actúa de manera desorganizada, debido a su alta ambivalencia en la manera de actuar.

La figura de apego es a su vez refugio seguro y fuente de amenaza. Se busca la proximidad en alguien que genera dolor. Por tanto el apego se desorganiza y las experiencias emocionales se desregulan.

El cerebro humano siempre busca la forma de protegernos y lo hará disociándose o intentando tener el control dentro de las relaciones, para así no resultar más dañado y de este modo se protegerá del miedo que siente y del dolor emocional que recibe.

Tanto si las agresiones verbales o físicas son recibidas en la propia persona o el niño es observador de la situación entre ambos progenitores, el daño que recibe es igualmente grave y doloroso. Dado que el menor no tiene las estrategias necesarias para poder gestionar la situación que está ocurriendo en el hogar, aparece en ellos un sentimiento de culpabilidad.

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Es importante hacer mención, que los niños no saben diferenciar  que son sus padres los que están cometiendo algún error o que la forma de comportarse no es adecuada, y piensan que si papá o mamá le castigan, le gritan, le insultan, le menosprecian o le agreden físicamente es porque algo malo habrá hecho él.

En caso de que él sea espectador del maltrato que pueda existir entre ambos cuidadores, intentará adoptar un papel protector hacia el progenitor agredido. Siendo este papel una responsabilidad enorme para el niño, la cual también generará cierta culpa, al ver que él no puede cambiar lo que está ocurriendo. Este estará pendiente constantemente de aquello que ocurra entre sus papás y estará en un nivel de alerta elevado y constante.

En un intento de afrontar la situación, se puede optar a dos polos: la desactivación para no sentir dolor o estar hiperalerta que le permitirá estar atento a todo lo que suceda y además pondrá en marcha conductas con la esperanza de recibir cuidados.

Por tanto, el niño no tendrá la seguridad que necesita, sentirá estrés y miedo en esta relación.
¿Qué consecuencias pueden aparecer?

  • El niño se sentirá en un peligro constante. Se sentirá inseguro, desprotegido y con miedo.
  • Aparecerán problemas de tipo emocional a corto (niñez) y a largo plazo (adultez).
  • Problemas en el aprendizaje y en las relaciones con los demás.
  • Sentimiento de desconfianza en las relaciones íntimas.
  • Desconexión emocional o disociación como forma de protegerse ante el daño y el dolor.

Además en el niño pueden aparecer diferentes síntomas como reacción al ambiente que está viviendo: problemas de sueño, problemas de alimentación, síntomas psicosomáticos como dolores de cabeza, estómago. También pueden aparecer síntomas a nivel emocional dañando la estructura de personalidad que se encuentra en desarrollo, problemas de ansiedad, de ira, depresión, problemas de conducta de tipo agresivo, afectará también a su autoestima y autoconcepto.

A través de la aparición de estos síntomas el niño puede expresar que algo está ocurriendo y que no se está sintiendo bien.

Por otro lado el niño va adquiriendo y haciendo suyas las conductas y creencias de los cuidadores principales con los que convive, por lo que podría adquirir estas conductas  dañinas y de maltratos e interiorizarlas, las cuáles más adelante podrán ser parte de su forma de relacionarse con los otros. Debido a que los niños con este tipo de apego, aprenden que las relaciones íntimas están basadas en la agresividad.

Cuando comiencen a tener relaciones con sus iguales tanto de niños como en la adultez, se genera un sentimiento de que los demás le van a agredir o de no sentirse aceptado, por lo que pondrán en marcha sus propias defensas: o bien evitarán o romperán la intimidad con los otros o serán ellos mismos los que rechacen a los otros, como forma de protección, dándose incluso la agresión por parte de ellos.

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Es frecuente que ante estas vivencias, estos niños en la adultez tengan una mayor probabilidad de vivir las mismas situaciones. O bien en el rol de maltratador, adoptando una posición de poder o bien en el rol de víctima, adoptando una posición de sumisión.

Esta es la forma de relacionarse y comunicarse que han aprendido desde pequeños, por lo que les resultara más complicado identificar determinadas conductas dañinas. Además pueden aparecer trastornos graves como trastornos de personalidad, consumo de sustancias, depresión entre otros.

El pasado y las experiencias vividas no pueden borrarse, pero si pueden trabajarse a través de la terapia psicológica para que el dolor y sufrimiento disminuyan y no nos interfieran en nuestro día a día.

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Autora: Lidia García Asensi
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