Padres que no dejan crecer a sus hijos
La estrategia del tupperwear: padres que no dejan crecer a los hijos.
Me preocupo por tu bienestar.
Por eso compro todo lo que necesitas e incluso lo que no necesitas, y también te doy la paga, y te indico en qué puedes o debes gastarla.
Por eso me informo de los deberes que tienes que hacer en el grupo de Whatsapp de los padres del colegio, me siento contigo hasta que terminas vigilando que no cometas ningún fallo, y hasta me enfrento a los profesores cuando siento que han sido injustos contigo o que te exigen demasiado. Y lo mismo haré, cuando crezcas, con tus amistades y con tu pareja. Porque los padres nunca dejan de ser padres aunque los hijos crezcan. Cuando uno es padre, lo es para siempre y con todas las consecuencias.
La preocupación constante por los hijos les impide afrontar las dificultades cotidianas que son condición indispensable para madurar.
Quiero que seas independiente.
Por eso cocino, friego, plancho, te ordeno el cuarto y hago muchas otras cosas que podrías hacer por ti mismo. Para que no pierdas horas de estudio, para que seas alguien el día de mañana (o pasado mañana, o la semana que viene, o el año próximo, o mejor, nunca). Para que descanses. Yo me sacrificaré por ti. Un padre lo da todo, nunca es bastante.
La independencia y la autonomía, al igual que la mayoría de los valores, son actitudes que se aprenden con el ejemplo recibido de las personas que nos son más significativas en nuestra vida.
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Eres mi vida.
Siempre serás mi prioridad. El resto de la familia, incluida mi pareja, los amigos, el trabajo, mis aficiones, siempre se organizarán en torno a lo que tú necesitas, o en torno a lo que yo pienso que tú necesitas… o en torno a lo que yo necesito que tú necesites… no sé, tengo una jaleo enorme sobre esto. No llego a aclararme sobre dónde están los límites entre tú y yo porque los lazos que nos unen son tan estrechos y tan fuertes que todo es verdaderamente confuso.
Los niños abandonan progresivamente el lugar de privilegio que ocupan a medida que se hacen adultos. Les ayudamos a transitar psicológicamente este camino enseñándoles que no son lo único importante, y hacemos esto gracias al trabajo, a la pareja, a las aficiones.
Ójala nunca crecieras.
Daría lo que fuera por alargar eternamente este momento de intimidad única y de amor profundo, por que siempre fueras mi cachorro. Hay tanta ternura en tu mirada, tanta suavidad en tu piel, tanta inocencia en tus palabras, tanta fragilidad, tanta necesidad de mí, que me llenas por completo. Haces que los problemas con mi pareja, mis carencias, mi frustración, duelan muchísimo menos. A veces, incluso, me ayudas a sortear algún conflicto, me sirves de excusa para no afrontar alguna dificultad en mi intimidad de adulto.
Debemos tener sumo cuidado con no involucrar a los niños en asuntos que no les conciernen. Ellos son extremadamente vulnerables, y los adultos, aunque nuestra voluntad sea la contraria, también llevamos un niño dentro que se comporta con inmadurez.
Mi amor es incondicional.
Nunca te pediría nada a cambio, pero en el fondo de mi alma desearía que no te movieras de mi lado. No te pediría nada pero ójala seas agradecido. Y llenes los huecos de mi vejez y me quieras más que a nadie, como yo te quiero a ti.
Pero esta transacción es tan difícil de plantear que no puedo ni siquiera aceptármelo a mí mismo, así que debo inventar el modo de conseguirlo como si fuera una consecuencia natural, un orden de cosas cuyo registro no me compete. Tal vez si lo hago todo por ti necesites siempre de mi ayuda y no te vayas nunca de mi lado.
Con cierta facilidad, los hijos pueden cumplir funciones para los padres y las madres que suponen un freno al desarrollo de aquellos sin que estos, a veces, tengan plena conciencia. Reflexionemos juntos sin culpabilizarnos pero con honestidad.
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