POR QUE CUESTA PEDIR AYUDA

PEDIR AYUDA ¿POR QUÉ NOS CUESTA? ¿QUÉ PODEMOS HACER?

Por qué hay personas que les cuesta pedir ayuda

Desde que nacemos necesitamos ayuda, para comer, para dormir, para aprender. A medida que crecemos, nos gusta hacer cosas por nosotros mismos, sentirnos bien, válidos, capaces. Pero en muchas ocasiones las situaciones son más favorables con ayuda de los demás y los problemas se resuelven de manera más efectiva si pedimos ayuda. No podemos hacerlo todo por nosotros mismos y en muchas ocasiones carecemos de recursos para ello y consultando a otra persona ahorraremos tiempo y energía.

Sin embargo, existen muchas personas para las que pedir ayudar supone un sobreesfuerzo y agotan todas las alternativas antes de hacerlo e incluso prefieren errar y hacer algo mal antes de solicitarla. Por supuesto, de los errores aprendemos, pero para las personas con esta dificultad, no suele tener la moraleja de pedir ayuda la próxima vez, sino de un montón de creencias como: “no me esforcé lo suficiente”, “no me planifiqué bien” “tendría que haber sabido que esto podía ocurrir”, etc. Esto les genera unos niveles elevados de estrés tanto emocional como mental.

No es que no tenga la capacidad, es que no creen que puedan hacerlo, que tengan derecho. Tienden a confundir el pedir ayuda con debilidad, no por decisión consciente, sino porque en algún momento lo han aprendido.

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¿Por qué creemos que no podemos pedir ayuda?

  • Infancia: Dependiendo del seno familiar y de la educación que recibamos podemos tener diversas creencias introyectadas que nos perjudicarán a la hora de solicitar ayuda. A medida que vamos creciendo, vamos siendo más autónomos y todos hemos dicho alguna vez: “Mira lo he hecho yo solo” y hemos sido alabados por ello, algo que en su justa medida está muy bien. Los problemas vendrán a medida que crecemos, si los mensajes acerca de la autonomía son excesivos y del tipo: “No le pillas ayuda, que está haciendo algo importante” “tu eres fuerte, puedes hacerlo solo” “Si te esfuerzas lo suficiente, podrás hacerlo” “No le cuentes lo que te pasa a nadie, esas cosas se hablan en casa” etc.

  • Baja autoestima:  Relacionado con lo anterior, la persona crecerá en un sistema rígido, con elevados niveles de autoexigencia y de superación personal, en el que entenderá el pedir ayudar como molestar a los demás, como una expresión de su debilidad, de ser inferior a los demás. Sin embargo, es muy probable que estén siempre dispuestas a ayudar a los demás, a sentirse útiles para el otro.

  • Orgullo: La satisfacción de hacer algo por uno mismo, validarse, se convierte en un arma de doble filo en estas personas. El bienestar por haber echo algo es momentáneo, porque va más encaminado a demostrar a los demás que es capaz de hacerlo que a sí mismo.

  • Experiencias pasadas: Puede ocurrir que de manera reiterada se haya pedido ayuda a personas cercanas y/o compañeros de estudios o de trabajo y se hallan burlado de nosotros, no nos hayan ayudado de nosotros o esa petición se haya vuelto en nuestra contra. Estas situaciones, nos pueden llevar a elaborar una serie de creencias negativas relacionadas con poder recibir ayuda y que cuando la necesitemos tengamos miedo de ser rechazados y no lo hagamos.

¿Qué podemos hacer?

  • Valorar el problema: Lo primero es ser sincero con nosotros mismos. Valorando el problema y nuestras capacidades para poder resolverlo solo, o para poder realizar una tarea solo sin tener que invertir un tiempo valioso en innecesario si pidiésemos ayuda.
  • Aprender a pedir ayuda:  De una forma asertiva, siendo claro y conciso con la persona a la que se la vamos a solicitar. Para comenzar a pedir ayuda, puede ser un buen punto de partida el contarle a alguien cercano que tenemos esta dificultad y exponerle el problema que tenemos que resolver, para que así entre los dos decidir qué persona es la más adecuada a la hora de pedir ayuda.
  • Creencias limitantes:  Al principio no será fácil, pero es necesario dejar a un lado las creencias erróneas acerca de solicitar ayuda y las experiencias negativas que hayamos podido vivir. Olvidando pensamientos del tipo: “voy a molestarle” “¿qué va a pensar de mí?” “seguro que piensa que soy tonto”, etc.

Vivimos en sociedad y somos seres sociales por naturaleza, nos interrelacionamos, damos y recibimos. Al final eso es la vida un continuo de dar y recibir y la ayuda puede ser bidireccional. Si leyendo esto te has sentido identificado, piensa en cuanta energía y recurso gastas intentando decidir o resolver situaciones, que siendo honesto contigo mismo se resolverían mucho antes pidiendo ayuda o consejo a alguien y sobre todo piensa en el tiempo que inviertes, que al final es tiempo perdido, que no vuelve.

Sino pedimos ayuda, generalmente el problema se hace más grande, ocupa más pensamientos, más emociones, nos perturba y hasta nos aleja de nuestro entorno por quererlo resolver solos y no compartirlo.

Pedir ayuda no es signo de debilidad, sino de valentía, de fortaleza, de honestidad con uno mismo y de confianza.

Necesitamos a los otros y los otros a nosotros, todos necesitamos ayuda en algún momento. Vivir es compartir y cuando se comparte los problemas, las preocupaciones, las tareas, todo se vuelve más llevadero y más enriquecedor.
 
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Autora: Oceanía Martín Recio
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