El perdón a uno mismo y a los demás
Ensayo sobre el perdón
Este artículo es una reflexión sobre el perdón, una situación que nos encontramos con frecuencia en terapia cuando alguien es dañado o cuando alguien daña a otro. Se trata de un ensayo porque no se dará información o pautas sino una reflexión sobre este proceso tan importante para la reparación de un daño, que al fin y al cabo; acudimos a terapia porque sentimos dolor.
En primer lugar, cuando hablamos de perdón, me parece imprescindible entenderlo como un proceso de perdón más que como un acto de conciliación; pues es dinámico y no con decir la palabra perdón basta para cerrar las heridas, para cambiar la tristeza, venganza, culpa o rabia asociada al daño. Además, no tiene sentido hablar sólo del perdón, sino necesariamente apelar a la reparación, pues si no: ¿para qué alguien iba a querer perdonar o ser perdonado?
En segundo lugar, en un proceso de perdón hay víctima y victimario, lo que diferenciaría el perdón a uno mismo cuando la víctima somos nosotros mismos o somos el victimario; del perdón a interpersonal a un victimario que nos ha dañado. Dado que se trata de procesos diferentes que implican emociones y vías de reparación distintas, los consideraré por separado.
El perdón a uno mismo: perdón intra-personal
El perdón intrapersonal está motivado por la auto-compasión y aceptación, para sanar las heridas que hemos causado a otro y las heridas personales a partir de las que empleamos la agresión o el daño en las relaciones con los demás.
Esto se traduce en una mirada de empatía y aceptación hacia uno mismo y hacia la propia herida; que permite entrar en contacto con ella, y curarla en lugar de rechazarla o mirarla con juicio y auto-crítica. Cuando los pacientes miran sus propias heridas internas con desprecio, esto dificulta su sanación porque al rechazarlas no se pueden hacer cargo de ellas y sólo perpetúan la auto-inculpación, la vergüenza o el enfado hacia sí mismos que no posibilita el cambio. Sin embargo, la noción de empatía hacia las heridas internas es intrínsecamente curativa.
Esto diferencia el perdón a uno mismo del perdón a otros, porque en este primer caso, probablemente la comprensión, compasión, empatía y aceptación sean la manera de no perpetuar el daño; mientras que en el perdón a otro que nos ha agredido podemos tomar la decisión de tener esa mirada o no: ¿queremos y podemos empatizar nuestro agresor? Este tema lo abordaré más adelante en el perdón interpersonal.
Respecto al perdón a uno mismo, implica abandonar el resentimiento y reconocer el error cometido, antes de poder generar compasión. Puede darse la situación de que yo sea mi propia víctima y victimario cuando hablamos de perdón a uno mismo, pues las personas nos generamos malestar a través de pensamientos, sentimientos, acciones o decisiones.
No obstante, me centraré más en el caso del daño causado a otro. En este proceso resulta terapéutico asumir la culpa, no tratando de exculparnos ni minimizar el daño causado porque entonces ni podemos repararlo ni podemos perdonarnos. La culpa es una emoción que puede favorecer la ayuda al otro, haciendo cosas para sentirnos bien con nosotros mismos.
Por ejemplo, se ha encontrado en personas que han participado en la guerrila, que la culpa les motiva a ayudar a otros a formarse y no caer en esas redes criminales. Es importante por ello reconocer no sólo que se ha cometido un error que ha causado daño a otro, sino sentirlo así y apropiarse de esa culpa porque la emoción puede motivar el cambio.
Sin embargo, es importante matizar que la culpa o la vergüenza que podamos sentir por dañar a otro no debe instalarse como una forma de auto destrucción, sino de inicio de reparación y ayuda a nosotros mismos y a la víctima, para traducir la culpa y vergüenza en responsabilidad, en hacerse cargo.A veces, se considera la opción de hablar con la víctima para tratar de reparar algo de su herida, pero esto está sujeto a las posibilidades y voluntades de víctima y victimario.
El perdón a otro: perdón interpersonal
Para que un perdón sea completo, necesita transformar los sentimientos displacenteros de rabia, rencor, venganza, odio, tristeza, o miedo en aceptación y tolerancia que implican que la herida está ahí pero no sangra; y todo ello supone un esfuerzo que la víctima puede elegir hacer o no; pero independientemente de lo que escoja, la reparación es posible.
En cualquier caso el perdón interpersonal no se basa en negar lo ocurrido sino en que esos sentimientos no sean incapacitantes, porque instalarse en ellos implica que hacemos al otro dueño de nuestra vida, el pasado nos condiciona, mantenemos vivo al agresor en nuestra historia vital y eso es limitante.
La víctima puede elegir hacer o no este proceso, puede interpretar que no perdonar le da fuerza para seguir con vida y la rabia es una manera de protegerse de futuras agresiones, de defenderse. O incluso también que el agresor no se merece el perdón. También puede suceder lo contrario, que en el proceso de perdonar encuentre la paz y la posibilidad de dejar ir el dolor. En cualquier caso, no hay estudios que argumenten que perdonar es mejor que no perdonar ni viceversa, se trata de lo que cada persona pueda y quiera hacer. Lo que sí es importante se decida lo que se decida, es la reparación, que es de hecho una de las finalidades del perdón.
La reparación del daño
Cuando viene a consulta una persona que ha recibido un daño por parte de otro, se generan muchas preguntas: ¿cuál es el daño? ¿dónde está ese daño? ¿cómo repararlo?
Es muy habitual encontrarse con estas situaciones en terapia donde el paciente acude a consulta enfadado con una persona que le ha hecho daño, pues cualquiera ha podido recibir un comentario humillante por parte de alguien significativo, frente al que respondió con enfado descalificando al agresor, o con miedo, evitándole. Es importante atender a la reacción ante el daño, pues va a determinar la resolución del proceso de perdón: el enfado impide ver el daño.
Normalmente, el enfado es una emoción defensiva que no permite ver cuál es el daño emocional ni reparar el daño porque a través del resentimiento nos centramos en el culpable y no nos hacemos cargo del dolor. La fase de enfado es normal porque permite detectar la injusticia, no obstante hay que atravesarla para poder sanar la herida sangrante.
Por ello es importante ayudar a la persona a ver más allá de su enfado y cuando los pacientes se orientan a la propia experiencia y no al otro, suelen poner metáforas que apuntan a un daño emocional, y esto orienta la reparación pues nos dice dónde hay que reparar. También se puede establecer un diálogo con el agresor que puede reparar o no; en cambio, una resolución hacia dentro permite acceder a lo dañado, nuestra vulnerabilidad; y generar auto-compasión, auto-afirmación y empoderamiento.
En otras ocasiones, los pacientes llegan a consulta con daños que no están en el presente sino en su pasado: adultos que manifiestan tristeza, rencor o dolor indiferenciado hacia cuidadores, padres y madres; que no satisficieron sus necesidades, que no estaban disponibles, que no les protegieron, que les hicieron sentir avergonzados, poco valiosos, rechazados, abandonados, humillados, etc.
En este caso, es importante también situar cuál es el daño (de qué está hecho ese dolor, cómo se siente), dónde está (en el presente en forma de asunto no resuelto y qué lo perpetúa), e iniciar un proceso de perdón hacia la figura significativa en el que la persona tome consciencia de su herida y pueda auto-afirmarse.
En ocasiones puede situar la culpa en el otro, o puede ver que sus necesidades siguen siendo importantes, o que los cuidadores no sabían o no podían cubrirlas. Para que este proceso se complete no es necesario que la figura significativa real pida perdón, sino que la persona se pueda ocupar de darse a sí misma lo que no la dieron y pueda resolver sus sentimientos de rencor.
El último caso, es cuando el agresor ha sido un abusador o maltratador que ha ejercido violencia física, psicológica o sexual sobre la víctima. En este caso, a diferencia del anterior, perdonar a una persona con la que no tenemos vínculo puede no ser tan importante como reparar directamente el daño. Sin embargo en ocasiones, el agresor es una persona cercana a la que se tuvo afecto y la agresión ha sido traumática, y por tanto lo que hay que reparar es mayor porque se ha destruido la confianza básica en el ser humano, la idea del mundo como un lugar seguro, y la persona se vive en peligro. Para entender más sobre trauma, puedes visitar el siguiente enlace:
En este caso, sobre el perdón es importante que la víctima escoja lo que quiere y puede hacer; y en ocasiones se emplea la justicia en los tribunales como forma de reparación o de inicio de esta. No obstante, en mi opinión personal la reparación va más allá del alivio de castigar a un culpable u obtener indemnización económica; pues hay que reparar donde realmente está el daño: en el mundo interno y emocional de la víctima. En mi experiencia acompañando a mujeres víctimas de abuso sexual, he encontrando mujeres que deseaban perdonar al agresor para obtener paz y otras que deseaban vengarse.
No hay recetas para esto, por ello si alguna está planteándose el perdón, yo invitaría a reflexionar más allá de los ideales morales, espirituales o religiosos de cada que inviten a perdonar. Es decir, teniendo en cuenta que puede ser un proceso doloroso que implica esfuerzo, es útil encontrar motivos para hacerlo o no, pudiendo preguntarse: ¿para qué perdonar?, ¿por qué perdonar?, ¿qué quiero conseguir?, ¿cómo espero encontrarme?, ¿qué hace falta para perdonar al otro?, ¿perdonar me permitirá encontrarme como yo espero estar? La persona puede desear que el otro pida perdón, pero no es lo mismo entender el perdón como un proceso de ser reparado por quien nos dañó, a entenderlo como una forma de hacerse cargo de ese daño y repararlo internamente.
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