Por qué se olvidan (reprimen) los traumas

Reprimir y olvidar los traumas

¿Por qué se olvidan (reprimen o disocian) los traumas?

Recordemos el concepto de trauma y por qué a veces se olvidan

Hay muchas definiciones de trauma, englobando casi todas ella el concepto de exposición a un acontecimiento inesperado, súbito, inevitable por la persona que lo padece que supone una situación de estrés agudo y/o crónico de la persona.

Un exposición a una situación que “hiere”, tal y como significa etimológicamente la palabra, el bienestar tanto físico y/o mental de la persona. Sentimientos intensos de miedo, de pérdida de control, de no poder hacer nada para evitar y/o cambiar la situación, amenazas a la propia vida de la persona.

Que frecuentemente ocasionan que la persona desarrolle creencias acerca de sí y mismo y del mundo que les rodea, asociadas a la vivencia traumática en sí.

La visión que la persona tiene del mundo y de sí misma se verá afectada desde el momento en el que ocurre el hecho traumático, porque supone una ruptura en sus esquemas mentales, en sus sistemas de protección y de adaptación, como ocurre por ejemplo en personas abusadas sexualmente por uno de sus progenitores, la persona que me tiene que proporcionar cuidado es la que me daña.

Represión del trauma

Existen muchas vivencias traumáticas que pueden ser puntuales o cronificadas en el tiempo, lo que aumentará los riesgos en la persona que los padecen, como son abusos y maltratos emocionales y/o físicos, exposición a desastres, naturales, conflictos bélicos, abandono emocional por parte de los cuidadores, etc.

Junto con situaciones que pueden ocurrir en lo cotidiano y también englobarse como vivencias traumáticas.

Ante este tipo de vivencias, el cerebro en muchas ocasiones nos ayuda a sobrevivir, olvidamos un trauma por supervivencia. Imaginar un niño que vive con la persona que abusa de él cada noche o una niña a la que le han enseñado que tiene matar para poder comer.

Nuestro sistema de creencias no está preparado para integrar eso a nivel mental ni emocional, por lo tanto, el cerebro favorece que olvidemos esos recuerdos, o que sean modificados con vivencias previas, recordando de manera contaminada, algunas partes, que nos permitan explicárnoslo y poder sobrevivir, sin tener toda la información.

Reprimir y olvidar los traumas

Las consecuencias del olvido a nivel mental, de no poder acceder a esa información puede tener consecuencias nefastas a nivel emocional, psicológico y fisiológico.

Pueden desarrollar enfermedades somáticas, emociones muy intensas que no pueden controlar, pudiendo llegar a autolesionarse, desarrollar conductas compulsivas y/o adictivas y en los casos más graves a intentos autolíticos o en el extremo opuesto anestesiarse emocionalmente, etc.

Todas estas consecuencias, son intentos de la persona por sobrevivir al daño sufrido y en muchas ocasiones no lo asocian con nada.

Puede haber un mínimo disparador, como puede ser perder el autobús y llegar tarde a trabajar, lo que lleve a la persona a autolesionarse y quizás la realidad que no recuerda, es que cada vez que llegaba tarde a casa sufría malos tratos físicos y es la manera en la que su cuerpo lo expresa, porque el cerebro puede hacer que lo olvidemos, pero el cuerpo tiene su propia memoria emocional.

Tipos de olvido ante el trauma

Cada persona es única, por lo que la capacidad y recursos, tanto individuales, como de su entorno para poderlo afrontar e integrar, serán diferentes y la capacidad de poder rememorar el recuerdo sin que inunde emocionalmente a la persona o ponga en riesgo su propia vida también.

Por lo que, tal y como vamos a describir aquí, dependiendo de esto y de si han existidos otro tipo de factores, como pueden ser le retraumatización o la exposición prolongada al evento en sí. El cerebro puede hacer que ocurran diferentes tipos de olvido.

La amnesia disociativa es el más frecuente, pudiendo clasificarse de la siguiente manera:

olvido y trauma

• Localizada: Cuando el olvido hace referencia al momento concreto del evento traumático o a la duración de este si ha sido algo prolongado y repetido en el tiempo.

  • Selectiva: Cuando el olvido afecta a algunos aspectos y/o momentos de la experiencia traumática.
  • Continúa: Cuando el olvido afecta desde que se produjo el trauma hasta el momento presente.
  • Sistematizada: Cuando el olvida afecta a toda la información de persona concreta o un miembro de la familia.

• Generalizada: Es la más extrema y menos frecuente, afectando a la identidad de la persona en su totalidad, no recordando su historia de vida ni quien es.

En todos los casos, la mente no recuerda, pero el cuerpo si reacciona ante determinados estímulos, que la persona puede pasar por alto y adoptarlos como cotidianos. Igualmente, pueden tener imágenes de lo que ocurrió, que no sabe si son reales o no, porque el acceso a parte de la información está bloqueado, por lo que racionalmente no puede explicárselo.

represión y trauma

En los casos de daño más grave, la persona puede desarrollar lo que conocemos con trastorno de identidad disociativo. Identidades independientes de su personalidad, encapsuladas, son autónomas y creadas para poder sobrellevar la situación traumática vivida.

 

¿Qué podemos hacer ante la represión del trauma?

Solicitar ayuda lo antes posible, para poder integrar en la medida de lo posible la vivencia que ha quedado bloqueada. Cada tratamiento, deber ser personal e individualizado.

A través de la psicoterapia y de lo que la persona está viviendo en su presente, se trabajará en los sesgos que la mente pueda tener, en las conductas que aprendió para sobrevivir y que pueden estar dañando a la persona, en las creencias hacia

sí mismo hacia el mundo, en el afrontamiento y manejo de sus emociones y de las situaciones y relaciones sociales, para con todo ello poder trabajar el trauma e integrar poco a poco, lo que se ha olvidado. Superar un trauma no es sinónimo de olvido, es poder comprender y sanar nuestra historia.

 

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Autora: Oceanía Martín

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