Trastornos de la alimentación
Los trastornos de la alimentación
Cuando el espíritu se silencia, el cuerpo habla; cuando nuestra boca no pronuncia lo que sentimos, traga para aliviar la tensión emocional.
Detenernos a pensar lo que nos ocurre, y ponerle palabras, puede ayudarnos a contener el ansia de comer.
(Isabel Menéndez, del libro Alimentación Emocional)
Actualmente en nuestra sociedad, existe una gran preocupación por los trastornos de la alimentación.
Vivimos sometidos a una avalancha mediática de mensajes explícitos e implícitos, que nos informan sobre la tremenda importancia de la imagen personal y el culto al cuerpo.
Tenemos como si fuera “una mosca detrás de la oreja” que nos viene a recordar constantemente el valor de nuestro imagen en la actualidad.
En este escenario ubicado en la esfera más social que se relaciona con esta problemática, no es de extrañar que los trastornos de la conducta alimentaria cobren un lugar muy significativo y se hayan convertido en uno de los problemas de salud más graves en nuestra sociedad.
El alimento como concepto simbólico
Las dificultades de la alimentación son una manera de expresar sentimientos que no pueden ser dichos, así con las emociones que no pueden ser reconocidas o los afectos que desde nuestro inconsciente intentan manifestarse.
Al principio de la vida y en condiciones adecuadas, la alimentación constituye una experiencia de gratificación que abarca no sólo el placer de la nutrición, sino también aquel que comporta sentirse vinculado a la madre amorosa, que calma, cuida, protege, y acompaña.
La huella que deja esta vivencia persistirá a lo largo de toda la vida, esa es la razón por la que la alimentación se halla tan asociada a componentes afectivos y relacionales.
En la primera infancia, la nutrición es susceptible de convertirse en una de las experiencias más significativas a la hora de potenciar el vínculo entre el bebé y su madre.
Por ello, cuando el proceso de alimentación sufre alteraciones debido a enfermedades somáticas, estas alteraciones repercutirán directamente en la relación madre-hijo.
Y al revés, según sean las vicisitudes de dicha relación, también tendrán una resonancia en los episodios de ingestión del alimento y en los trastornos de la alimentación.
Esto no quiere decir que la causalidad de los problemas relacionados con la alimentación se identifique de forma determinante en las fases tempranas, pero sí es necesario señalar la importancia del alimento en el vínculo durante la crianza y la forma que va cobrando importancia a lo largo de nuestras fases evolutivas especialmente en la infancia -con su consiguiente nacimiento del vínculo y construcción del apego- y adolescencia -periodo clave en la formación de la identidad de uno mismo-.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de trastorno de la alimentación?
Un trastorno de la alimentación es la expresión visible de malestar emocional. Normalmente, como la mayoría de los trastornos psicológicos, es una consecuencia y no algo aislado de nuestra historia personal y social.
En su categorización clínica, el Manual de Criterios Diagnósticos, DSM, recoge varios de estos cuadros, como puede ser anorexia, bulimia, trastorno por atracón…
Pero todos tienen algo en común: generan un complejo conjunto de síntomas, actitudes y sentimientos que afectan la identidad personal o la autoestima, pueden causar trastornos de ansiedad o depresión e incluso provocar comportamientos que pongan en peligro la supervivencia del individuo.
Hablar de trastornos alimentarios es mucho más que ver la parte más visible de la enfermedad, esto es, la restricción alimentaria, los atracones, el ejercicio excesivo, los vómitos, la desnutrición, la obsesión por el peso, etc.
En los trastornos de la alimentación hay siempre una parte menos visible, a veces incluso invisible, con aspectos más profundos y enraizados en la personalidad, fruto de su historia de vida.
Estos aspectos más profundos relacionados con el origen de los trastornos alimentarios pueden ser internos, como la desregulación emocional (dificultad para manejar las emociones ante algo que para otras personas puede ser normal o cotidiano), la dificultad de expresión emocional, el perfeccionismo…; o pueden ser externos con influencia interna, como abusos, figuras de apego negligentes, bullying, maltrato, duelos.
Se podría decir que los trastornos alimentarios son como un iceberg, con un 10% de parte visible y un 90% de parte oculta bajo el agua.
¿Cómo saber si padezco un trastorno alimentario?
Los Trastornos de Conducta Alimentaria aparecen cuando el control del peso y de la ingesta se convierte en el medio para obtener la seguridad emocional y relacional que la persona ansía.
Las dificultades más frecuentes que llevan a los pacientes a volcar el malestar en el cuerpo, suelen ser: sentimiento de incapacidad, dificultad de control de sus emociones, inseguridad, tendencia a evitar retos u obstáculos que la vida le plantea….
Las personas comen (o no) no sólo porque tengan o no hambre, sino porque es la manera en que tratan de solucionar, temporalmente, el malestar, ansiedad, vacío y sentimiento de incapacidad que les envuelven.
Así, este problema no se debe a falta de voluntad, como muchas familias e incluso personas que lo padecen creen, sino a dificultades emocionales para resolver adecuadamente los problemas que le sobrevienen.
Además, cuando las pautas alimentarias se alteran, provocan, a su vez, un aumento del malestar emocional y relacional que a su vez, interfieren en el bienestar de la persona.
Debemos tener claro que es clave para nuestro bienestar y salud aceptar la forma natural de nuestro cuerpo, entender y manejar las emociones y pensamientos negativos sobre el aspecto físico, y sentirnos a gusto con nuestra apariencia y, en definitiva, con nosotros mismos.
Si no es así, y crees que tus hábitos de alimentación se están convirtiendo en un factor trascendental en tu vida o se están escapando a tu control, sería conveniente poder hacer una valoración en profundidad, ya que cabe la posibilidad de que padezcas un trastorno alimentario.
Muchas personas hacen dieta o se dan un atracón de vez en cuando, pero pensar excesivamente en la comida, en el peso ideal, en contar calorías, en alimentos prohibidos y en la báscula no es una actitud saludable.
Si te sientes ansioso antes o culpable después de comer, si te aterroriza la idea de tener sobrepeso, si restringes comidas o te das atracones descontrolados, o te sientes tenso ante terceros debido a tu peso o apariencia, debes saber que son señales que pueden estar ocultando algún tipo de trastorno alimentario, como por ejemplo:
- La anorexia, que se caracteriza por un patrón de alimentación restrictivo que conlleva una pérdida excesiva de peso. Este patrón pude ir acompañado de vómitos o de ejercicio, para contrarrestar una pequeña ingesta de alimentos.
- La bulimia, que se manifiesta por la ingesta descontrolada de alimentos, que posteriormente es contrarrestada por vómitos, laxantes o ejercicio excesivo para evitar el aumento de peso.
- Trastornos por atracón, es decir, una necesidad imperiosa de comer como respuesta a un estado de ansiedad, que disminuye en el transcurso del atracón pero aumenta una vez finalizado.
¿Cual es su abordaje terapéutico?
Es importante señalar que la función que cumple la comida es compensar por las necesidades no cubiertas de la persona, tanto a nivel de apego y/o experiencias adversas de vida o trauma.
Entender esta patología solamente desde los síntomas, supone una simplificación excesiva del problema por lo que es esencial no dejar de lado las dificultades psíquicas que se plantean.
Además, dado que los trastornos de la conducta alimentaria aparecen generalmente en la adolescencia, los desafíos en el desarrollo en esta etapa (cambios en el cuerpo, inicio de la madurez sexual, conciencia de identidad personal, aumento de la autonomía y de la influencia de los iguales como referentes de su valor personal…) han de ser aspectos esenciales a abordar en el tratamiento psicológico.
La comprensión adecuada de estos conflictos, implica considerar el trastorno alimentario como el resultado de problemas psicológicos, emocionales y relacionales profundos, volcados en el cuerpo.
Desde Cepsim, nuestro objetivo es adoptar una mirada amable, integral, profunda y lo más compleja posible, para poder trabajar en la identificación de los problemas ocasionados con la alimentación, acompañando tanto a la persona que acude a nuestro centro como al entorno que rodea a la persona.
Esto es importante ya que los trastornos de la alimentación no sólo refleja las dificultades que pueda tener la persona que lo padece, sino que también puede estar comunicanado otras necesidades a nivel familiar, ya sea problemas de comunicación, la existencia de límites muy rígidos, un nivel alto de sobreprotección…etc.
Cabe resaltar que, desde esta mirada, no se enjuicia a la persona como aquella que debe “curarse” ni a la familia como culpable, si no que se genera un acercamiento a la enfermedad desde un lugar de cooperación y apoyo mutuo.
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Autora: Mar Arguello