Ver todo negativo: cómo salir de la negatividad
Cuando lo vemos todo negativo y cómo salir de la negatividad.
Ser negativo: personas que ven todo negro
Seguro que alguna vez te has sentido sobrepasado por una situación, pensando que todo iba a salir mal, viéndote instalado en la queja, pero sin cambiar, adelantando que fracasarás, preocupado por lo que los demás vayan a pensar, siendo muy exigente contigo y desanimado porque sientes que no paran de presentarse obstáculos en tu vida.
Y es que las experiencias dolorosas y negativas forman parte de la vida, por eso es importante la manera en la que las interpretamos y las afrontamos. Por ello, tendemos a ver todo negativo.
Biológicamente venimos preparados para sobrevivir cuando las cosas se ponen difíciles y eso supone estar atentos a los peligros y preparados para defendernos de las amenazas.
La manera en la que funcionamos cuando lo vemos todo negativo es una consecuencia de esta motivación de supervivencia.
Sin embargo, mantenerla en el tiempo nos acarrea problemas, nos impide disfrutar y conectar con las experiencias agradables y positivas de la vida.
Cuando estamos negativos nuestra atención se puede dirigir a metas imposibles como forma de escape de las situaciones de peligro.
Por ejemplo, como manera de escapar de la incomodidad de un cuerpo que no sea perfecto, nos enrolamos en una pelea continua por conseguir una perfecto con dietas imposibles e interminables sesiones de gimnasio.
Y es que a veces se nos puede hacer difícil aceptar que la frustración forma parte de la vida y que no siempre conseguimos lo que deseamos. Por ello, es importante salir de la negatividad.
En otras ocasiones nuestras metas pueden ser realistas, pero nos rendimos ante los obstáculos para llegar a ellas. Y es que el camino a veces puede llegar a ser desalentador e incluso hacer que nos cuestionemos nuestras propias capacidades.
La perseverancia es una cualidad útil cuando este es nuestro caso. Insistir porque hay un valor importante con el que nos hemos comprometido para resistir la frustración.
Uno de los obstáculos que podemos encontrar es la vergüenza, el miedo a hacer el ridículo. Esto suele suceder cuando pretendemos la perfección y nos autocriticamos de manera muy dura.
También podemos encontrar como obstáculo habernos Instalado en la queja, atendiendo sólo a lo negativo de manera que justifiquemos la ausencia de cambio. Sustituir la autocrítica por la autocorrección puede ayudarnos. Dirigir nuestra atención a aprender de los errores, siendo compasivos y comprensivos con nosotros mismos. Así como enfocarnos en el presente y no en el pasado o en el presente.
Buscar valor a través de devaluar a otro para exaltar lo propio es otra de las estrategias que se pueden activar en nosotros cuando estamos negativos.
Este mecanismo puede ser muy dañino a la larga, dejamos de tener en cuenta el propio criterio y las motivaciones propias.
Como comentaba anteriormente, todas estas características que se dan en nosotros cuando estamos negativos se dan cuando nos sentimos en peligro y son útiles para protegernos y sobrevivir.
Sin embargo, mantenerlo en el tiempo puede llevarnos finalmente a evitar las situaciones nuevas o desconocidas porque pensamos que serán desagradables o implican la posibilidad de fallar.
Pero evitando esto también evitamos la posibilidad de lograr, triunfar, disfrutar, descubrir, aprender y divertirnos. Acercarnos a los retos o lo desconocido con curiosidad en vez de con miedo es fundamental.
La compasión como medio para dejar de ver todo negativo
Recientes investigaciones han corroborado lo que ya muchas tradiciones espirituales llevaban mucho tiempo subrayando, que la compasión es fundamental para nuestro bienestar y unas relaciones con los demás satisfactorias.
En concreto, ser compasivos nos permite tener una percepción de nosotros mismos y del mundo mucho más positiva y esperanzadora.
¿Cómo podemos cultivar esta actitud?
- Autocorregirnos en vez de autocriticarnos. Comprender que el fallo es humano y orientarnos a mejorar y aprender.
- Escuchar más y hablar menos.
- Practicar el diálogo consciente. Mantener conversaciones en las que haya espacio para reflexionar antes de hablar, no en las que uno se sienta ansioso por que el otro acabe. Preguntarse qué hay detrás de nuestro enfado y nuestra angustia, si estamos reaccionando por miedo o inseguridad también es importante.
- Aprender a perdonar. Esto no quiere decir que nos obliguemos a reconciliarnos con aquello o aquella persona que nos dañó sino asumir que las cosas ocurrieron de ese modo en concreto. Perdonar es dejar ir para que entre lo nuevo, no quedarnos fijarnos en el pasado y centrarnos en el presente.
- Compartir lo positivo y nuestros propios descubrimientos y valores con otros.
- Meditar para dejar de ser esclavos de las circunstancias externas. Meditar activa zonas de nuestro cerebros asociadas a los sentimientos de empatía, compasión y altruismo. También reduce el volumen de la amígdala, la parte de nuestro cerebro que interpreta si una situación es peligrosa o no, de modo que nos permite sentirnos más seguros.
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