Terapia del apego desorganizado en la vida adulta
El apego desorganizado en adultos
Características del apego desorganizado en adultos
El apego desorganizado es el estilo de apego que más dificultades genera en la vida adulta.
Es consecuencia directa de haber vivenciado desde el nacimiento un vínculo con los cuidadores principales en el que las necesidades básicas del bebé no fueron satisfechas.
El apego se refiere a ese vínculo que construyen el bebé y sus cuidadores para garantizar la protección y la atención a las necesidades de quién en ese momento es totalmente dependiente.
Esta protección y cuidado es fundamental para que el niño pueda explorar y aprender del mundo que le rodea desde la seguridad de que sus figuras de apego estarán ahí para cuidar y sostener.
¿Cómo se genera el apego desorganizado?
La diferencia entre los distintos tipos de apego reside en la respuesta (tanto la respuesta en sí como la manera de darla) que los cuidadores dan a las necesidades del pequeño.
En el caso del apego desorganizado, esta respuesta es opuesta a la necesitada, es decir, conductas abusivas, agresivas y maltratadoras.
Esta respuesta genera una suerte de cortocircuito en los sistemas de apego y adaptación del bebé, quién sí procesa emocionalmente esta respuesta inadecuada, pese a no disponer todavía de las capacidades cognitivas y relacionales que le permitan procesar a otros niveles.
Por lo tanto, generará un desequilibrio potente causado por el contraste entre la necesidad demandada y la respuesta recibida.
Es necesario mencionar que este desequilibrio no solo se genera por respuestas activas como las comentadas sino también por respuestas pasivas, también conocidas como conductas de omisión.
Éstas tienen que ver con la ausencia de la respuesta esperada, con el no hacer, por ejemplo, no llevar al médico ante una posible enfermedad.
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El aprendizaje de estos niños es que sus necesidades emocionales no son válidas, pues desencadenan en sus cuidadores reacciones agresivas y violentas.
El recurso que usan es el de distanciarse o desconectarse de esa emoción, ante la premisa de “si no siento malestar no necesito expresarlo y así no recibiré un castigo por ello”.
Este mecanismo tiene que ver con la disociación y funciona sacando o distanciando al individuo de una situación para la que no tiene los recursos suficientes de afrontamiento.
En la primera infancia no tenemos más recursos que los que nos proporcionan nuestros cuidadores por lo que podemos hacernos una idea de la brecha emocional que supone recibir agresión cuando necesitamos protección.
Consecuencias en la vida adulta
El adulto con este estilo de apego desorganizado ha aprendido que para sobrevivir tiene que silenciar sus respuestas emocionales, llegando incluso a silenciar la propia necesidad que hay debajo.
Estas estrategias funcionaron muy bien en la infancia porque si bien sus cuidadores no estaban respondiendo adecuadamente, probablemente eran las únicas figuras a las que acudir por lo que el niño se adapta a la realidad de que a quién más necesita es al mismo tiempo quién más le puede dañar.
En la edad adulta la dependencia a las figuras de apego no es imprescindible ya que el individuo puede buscar satisfacer sus necesidades en otras fuentes, sin embargo sigue muy presente el mecanismo aprendido de cómo relacionarse.
Es probable que para adaptarse en aquel entorno, el niño tomase una de dos actitudes, responder agrediendo y repitiendo el patrón o responder cuidando a sus cuidadores para así no darles motivos para agredir.
Este patrón continúa en la edad adulta en las relaciones más significativas para la persona, teniendo dificultades para vincular desde roles distintos al de agresor y cuidador.
Otro aprendizaje del apego desorganizado, es que la violencia forma parte de las relaciones con figuras de referencia y además hace daño, por lo que es necesario evitarlo a toda costa.
Estas personas sí pueden establecer vínculos y relaciones con otros y es en dichas relaciones donde podrán reparar los vínculos pasados.
A su vez, ocurre que ante la expectativa de agresión y/o daño tienden a alejarse y evitar los contactos a medida que aumenta la intimidad de las relaciones.
Desde esta postura pueden evitar profundizar en relaciones, llegando incluso a romperlas, y también rechazar distintos acercamientos, pudiendo hacerlo de manera agresiva repitiendo el patrón aprendido.
Vivencian el vínculo como peligroso tras haberse adaptado a un entorno en el que sus necesidades no eran validadas ni respetadas.Volviéndose vinculos de apego traumáticos
El efecto que tiene esta experiencia es bidireccional en relación al respeto, pues no han aprendido ni a respetar ni a poner límites.
Si las demandas infantiles fueron desatendidas o agredidas, el aprendizaje es el de que “lo mío no importa y por lo tanto no merece un espacio”.
Si lo que hacen sus figuras de referencia con las necesidades ajenas es despreciarlas, el aprendizaje puede ser “lo de los demás tampoco”.
En este sentido, pueden ser personas adultas con dificultades para respetar los límites de los demás y con problemas para establecer los propios, sintiéndose a menudo invadidos y respondiendo de la manera que acabamos de ver, desde la distancia relacional.
Esta amalgama de comportamientos evitativos, agresivos e invasivos puede granjearles la etiqueta de inestables y poco predecibles, teniendo como consecuencia un alejamiento de los otros y el posible refuerzo de la idea de que “mejor solo que mal acompañado”.
Esta premisa boicotea una de las necesidades fundamentales del individuo, el contacto con otros y la satisfacción de necesidades sociales, vinculares y de contacto.
En el caso de las personas con apego desorganizado la necesidad es mayor, pues todavía es aquella infantil que no se vio satisfecha y sigue pendiente.
Apego desorganizado en terapia psicológica en Madrid
Principalmente, las heridas relacionales son reparadas en contextos relacionales en los que está presente aquello que no estuvo.
Tanto la terapia como las relaciones significativas con parejas, grupos y amistades son oportunidades para proporcionar y obtener aquello que está en carencia en el apego desorganizado.
En el abordaje terapéutico psicológico en apego desorganizado es primordial fomentar una estructura y un orden que permitan a la persona apoyarse y sostenerse en un entorno de seguridad y respeto.
Es la base necesaria para poder sanar más adelante las diversas heridas emocionales sufridas a lo largo de sus relaciones y vivencias.
De manera paralela se va trabajando la confianza, aspecto clave para el funcionamiento de todo tipo de terapia.
El funcionamiento es similar, se trata de abordar la carencia desde el ofrecimiento de un espacio y un vínculo en el que el respeto, la seguridad y la confianza se ofrecen de manera incondicional.
El ritmo lo marca la persona, en función de su capacidad y tolerancia al malestar que pueda surgir en los vínculos, es quien regula la manija emocional de sus contactos.
Esta parte es fundamental pues lo aprendido tiene que ver con que “los demás me van a hacer daño sí o sí” y el hecho de respetar los ritmos y los espacios es una experiencia que puede reparar por sí sola algunos lugares heridos.
A partir de esa base se van trabajando los distintos vínculos desde la toma de conciencia del proceso de apego, cómo se genera, cómo se pone de manifiesto ahora, qué necesito, qué está en mi mano para hacer las cosas de otra manera, entre otras cuestiones.
El estilo de apego es algo que se construye en la primera parte de nuestras vidas y condiciona en gran medida nuestro comportamiento adulto.
Esto no quiere decir que sea irreversible, solo será así si no tomamos conciencia de nuestro funcionamiento y nuestras defensas.
Al darnos cuenta de cómo funcionamos y a qué se debe, estamos en condiciones de poner en marcha recursos y estrategias conscientes que nos lleven a satisfacer nuestras necesidades de una manera sana y regulada.
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Autor: Manuel Valdés