Cómo llevar una vida de bajo estrés en la vida moderna
Las exigencias de la vida moderna: Cómo llevar una vida de bajo estrés
Si queremos algo parecido a la lentitud,
tendremos que pensar en otros términos que no la reduzcan a una cuestión de velocidad,
sino de cómo vivimos en las cosas que hacemos y cómo ellas habitan en nosotros.
Ana Carrasco Conde, filósofa española.
Mucho estrés, parémonos un momento a ser espectadores de nuestro día a día. E intentemos observarnos desde cierta distancia, ni muy cerca para poder tomar perspectiva, ni muy lejos para no despistarnos de nosotros mismos.
Párate y obsérvate en tu día a día. ¿Cómo caminas? ¿Observas el entorno? ¿Cómo sientes la calle? ¿Cómo te ves en el trabajo? ¿Te reconoces? ¿Te es posible aburrirte en algún momento del día? ¿Y parar del todo?
Estas cuestiones e infinitas más, conviene hacérnoslas en algún momento, no por el hecho de tener respuesta, sino por concedernos el tiempo y el espacio, ese que anhelamos últimamente de forma asidua, para ofrecernos una mirada, una automirada en torno a nuestra situación como persona en este acelerado y exigente mundo.
Cuestiones que nos sirven para situarnos, para darnos al menos la posibilidad de justamente parar y ubicarnos ante este presente vivido como agobiante, exigente y acelerado.
No cabe duda que la época moderna que nos atraviesa está toda ella vestida de un quehacer constante, como si la forma de identificarnos en la vida fuese a través de un hacer.
Del ser y estar hemos pasado a habitar un ser y hacer, o mejor dicho un ser haciendo.
Es posible que necesitemos también ser espectadores de esta era, como el ejercicio previamente propuesto, espectadores de lo que nos viene de fuera para saber de qué manera manejarlo desde dentro, desde nuestros lugares internos.
Porque pareciera que somos el engranaje perfecto, aquel que engancha de forma óptima para que la exigencia externa encaje con la propia, de lo contrario, se produciría mayores sensaciones de indiferencia y las tornas serían otras.
¿De qué forma nos engancha la rapidez y la exigencia?
Es este caso, no hablamos de enganchar desde el punto de vista adictivo, sino de la forma en que nos relacionamos con aquello que viene de fuera.
Como decíamos antes, parece haber un engranaje perfecto para bajar el estrés: el mundo exige y con urgencia y nosotros cedemos de forma férrea a lo reclamado. Así que retomando la idea de hacernos preguntas, veamos ¿qué nos tiene sometidos a esa exigencia y a esa velocidad?
La prisa, la multitarea, el continuo hacer se convierte en un estilo de vida en el momento que se crea en nosotros una idea nuclear: “si no lo hago así, no soy”.
Es decir, parece que la forma de habitar el mundo y nuestro día a día es la forma de sentirnos definidos. Posiblemente, y llevado a una parcela más individual, más intrapsíquica también nos sea posible relacionarlo.
Cuando en nuestras etapas más tempranas los mensajes de nuestras figuras de referencia era en torno al éxito, a la posible perfección y al control, esto es un probable condicionante a la forma en la que esos mensajes llevados a la etapa adulta pueden vertebrar nuestra cotidianidad y nuestra forma de pensar la vida.
Es importante diferenciar estas ideas que son rígidas, absolutas y determinantes con otras que siendo parecidas, son algo más flexibles, más sanas y sujetas a potenciales cambios: donde alguien quiere perfección darnos la posibilidad de mejorar, de crecer, de superarnos; igual que donde alguien ve control, podemos ver la posibilidad de manejo.
La diferencia entre unas convicciones y otras, es que las primeras nos generan estados de estrés, ansiedad y una sensación de estar aprisionados, y las segundas se enfocan no tanto en la meta sino en un proceso dónde nos sea viable la propia realización con comprensión hacia nosotros mismos, a la propia legitimación de los errores y a la idea de no poder siempre con todo…y que no pase tanto.
Tomar conciencia de estas ideas que, en forma de semillas fueron plantadas en nosotros y han ido floreciendo y materializándose en esta manera de responder ante el mundo externo, ya es mucho.
Darnos cuenta que llevamos una especie de capa de superhéroe, y que, al parecer por real decreto no debemos apartarla, y pareciera enquistada en nosotros, también sería mucho.
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Entonces, ¿cómo lo manejo el estrés?
Necesitamos observarnos, reflexionar(nos), pensar(nos) en nuestra forma de lidiar con la urgencia y con la velocidad de estos tiempos.
Por supuesto hay formas prácticas que nos ayudan a reconfigurar de forma amable nuestros ritmos, no obstante, para que ese tipo de concreciones lleguen a ser aspectos que nos ayuden al manejo, en el día a día, es esencial a priori esta comprensión de la época, y de nuestras formas de hacer y ser en ella.
Para poder lidiar con la vida de forma más serena y bajo estrés, sería conveniente entender que construir una lentitud acorde a nuestra época no basta con hacer menos cosas o más despacio, no depende tanto de la cantidad o de la velocidad, sino de ser conscientes de nuestra obsesión por la consecución rápida de resultados, como dijimos previamente, obviando la importancia de los procesos, como si un atleta fuera tal solo por llegar a meta.
Algo así nos pasa. Nos definimos a través de nuestros resultados, como consecuencia de esto, el proceso no deja poso, y por ende pareciera como si nosotros no fuéramos hasta la culminación de algo.
Por lo que, y a modo más práctico, como seres atravesados por este tiempo, nos conviene acercarnos a éste, para comprenderle y comprendernos a nosotros en él.
El tiempo nos es aliado en el momento que nos permitimos saborearlo y no tanto consumirlo. Para ello, vamos a darnos la posibilidad de construirnos desde lugares algo más flexibles, empezando a atender el proceso.
Un filósofo inglés, Alfred North Whitehead, sostuvo que solo en el proceso aparecen el sentido y la relevancia, por lo que veamos algunos aspectos prácticos en relación a los procesos a tener en cuenta:
– Priorizar: ¿Qué es importante y qué no lo es? Es una pregunta difícil a la que cada uno contesta de forma diferente porque depende de una escala de valores personal.
La respuesta no importa porque ninguna de ellas es buena ni mala. Lo que sí interesa es ser coherente y actuar conforme a lo que cada uno establece como relevante.
– Límites a los horarios: Establecerlos nos ordena y agiliza la mente. Saber que a una hora concreta el trabajo tiene que estar acabado centra la atención en la actividad.
Si esa acotación no existe, el cerebro se dispersa porque sabe que dispone de todo el tiempo del mundo para resolver lo que tiene entre manos.
Los límites permiten prestar atención a lo importante; sin distracciones que le exigirán un nuevo proceso de calentamiento para concentrarse en la actividad que es realmente prioritaria.
– Decir algo poco habitual, NO: La conducta servicial no puede convertirse en actitud servil. Si anteponemos los deseos de los demás siempre antes que los nuestros, no llegaremos a poder gestionar nuestros asuntos.
Nuestras actividades y nuestra relajación son importantes.
Esta situación lleva a una vida insatisfecha, en la que predomina la idea de que no tenemos espacio para nosotros mismos y de que nuestras actividades no son importantes.
Muchas personas piensan que dedicarse tiempo es egoísta, porque son ratos que podría invertir en los demás. Y es cierto.
Es egoísta, pero de ese egoísmo sano que poco conocemos, del cuidado del sí, de la inversión en uno mismo.
Cuando realmente es necesario nuestra capacidad de disfrute para nuestro bienestar psicológico y físico.
– Desconectar: es inneglable que llevamos las inercias de las pantallas dentro, por lo tanto no sirve de mucha en esta época negarnos algo evidente.
Ir contra nuestra propia naturaleza de nuevo sería no reconocernos en algo que ya está instaurado en nuestras vidas.
Redes sociales, correo, móvil, son pantallas y más pantallas a las que estamos relacionados de forma automática.
Por lo que no es tanto desconectar de ellas, sino dosificarnos en la relación con ellas.
Del mismo modo, atender a nuestra inercia de que toda actividad a través de estas pantallas sea de forma urgente.
Observarnos en la urgencia para poder recolocarnos ante ella, sería una forma realista de mirar el proceso.
– Técnicas que ayuden a la relajación: saborear el tiempo depende también de esto. Incorporar la sencillez de alguna manera en nuestro día a día, puede ayudarnos.
Meditación, yoga, una llamada de teléfono larga con alguien que te inspira y te genera calidez…etc.
Es la forma de que en nuestro agitado día a día, el ocio también tenga su espacio de forma más equilibrada entre tantas obligaciones.
Quizás no sabemos vivir en la calma de la forma en que hace tiempo se vivía y posiblemente nuestros procesos mentales han ido cambiando y configurando en la medida que nuestro contexto también lo ha hecho.
Por lo que observar, comprendernos de forma colectiva y de forma individual, nos ayudará a manejarnos y relacionarnos mejor con el entorno y con nosotros mismos.
Si se diera el caso de sentirnos con sensación de bloqueo, con una continua ansiedad y un estrés mantenido en el tiempo, tener en consideración la ayuda de profesionales para favorecer la creación de una perspectiva distinta o el acompañamiento para realizar cierta reestructuración vital, también es posible.
En Cepsim, contamos con profesionales que pueden dotarte de un espacio amable y con la mirada atenta a los procesos que se van gestando en el día a día para así y desde ahí facilitar los cambios necesarios.
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Autora: Mar Argüello