Cómo puede afectar las redes sociales a la autoestima
¿CÓMO PUEDEN AFECTAR LAS REDES SOCIALES A LA AUTOESTIMA?
AUTOESTIMA Y REDES SOCIALES
El ser humano necesita del contacto social para sentirse realizado como persona. Ya en los primeros años de vida es imprescindible el contacto con un otro que nos mire y nos reconozca, siendo el vínculo con el cuidador principal (habitualmente la madre) esencial.
A medida que crecemos y nos volvemos más independientes, sigue siendo necesario el reconocimiento social y el sentimiento de pertenencia a determinados grupos con los que nos sentimos identificados para nuestra autoestima.
También son fuentes importantes de información que nos permiten estar familiarizados con diversas temáticas y compartir inquietudes con otros.
El mundo online está repleto de creadores de contenidos, influencers y todo tipo de referentes a través de los cuáles podemos reafirmar nuestra identidad.
En esta vorágine de demandas nos encontramos en la era de mayor contacto a nivel mundial y a la vez de menor satisfacción vital y con dificultades y problemas de autoestima.
El lado oscuro de las redes sociales: cómo afecta a la autoestima
Si bien un uso adecuado de las redes nos brinda todo un mundo de oportunidades, es habitual hacer un mal uso de las redes sociales, con todas las consecuencias que ello conlleva en el usuario:
La falta de tolerancia a la frustración nos hace ser más impacientes y menos resilientes, de modo que esperar un mensaje pueda resultar una odisea y un pequeño fracaso pueda vivirse como un verdadero tormento.
La gratificación inmediata que ofrecen las redes da lugar a comportamientos dañinos como el chequeo constante del teléfono móvil, el uso excesivo de aplicaciones móviles y, por ende, la procrastinación.
Cuando procrastinamos aplazamos obligaciones y proyectos personales; si esta práctica se prolonga en el tiempo, habitualmente conlleva fuertes sentimientos de fracaso y baja autoestima.
Por otro lado, ser usuario de una red social supone recibir un bombardeo de información constante. Nos exponemos por tanto a una amplia variedad de estímulos a través de los cuáles nos formamos una idea del mundo en el que vivimos.
Esta forma de aprender sobre el mundo es peligrosa pues muchas veces lo que se nos muestra en las redes no corresponde con la realidad sino con lo que sus usuarios desean mostrar: vidas de ensueño, cuerpos perfectos, negocios de éxito…; todo ello sin tener en cuenta los filtros, las tomas falsas, las imágenes retocadas, los followers y likes comprados, etc.
Al asumir que todo ello es real podemos sentir que somos insuficientes y caer fácilmente en la dinámica de compararnos con los demás. Por no hablar de la autoexigencia que hay detrás de la presión autoimpuesta por mantener actualizado un perfil ideal.
Por lo que respecta a participación en las redes sociales, hay personas cuya autoestima depende enormemente de las respuestas que reciban a sus interacciones: si reciben comentarios positivos, tienen una falsa sensación de seguridad en sí mismos; en cambio, si las reacciones son negativas la sensación es la contraria.
En cualquiera de los casos es importante tener en cuenta que, exponerse a la opinión pública no siempre tiene los efectos deseados.
Podemos incluso llegar a recibir comentarios ofensivos, ya que cualquiera puede compartir su opinión. Por mucho que queramos, conviene aceptar que no le vamos a gustar a todo el mundo. Una forma de protegernos de este tipo de interacción es crear perfiles privados y ser prudentes con los contenidos que compartimos.
Aún así, diversos estudios han demostrado que el uso de redes sociales facilita la comparación con otras personas, contribuyendo a la percepción negativa de uno mismo y a la baja autoestima.
Si le damos importancia a todo lo que ocurre en las redes, podemos llegar a obsesionarnos y/o comparar nuestras cuentas con otras que nos generen envidia e insatisfacción personal.
Nuevas formas de comunicación y su impacto en la autoestima
El uso de las Tics es cada vez más acusado permitiéndonos conectar con personas alrededor de todo el mundo.
Nos encontramos en la era de mayor comunicación digital, pero el desarrollo de lazos afectivos se ha vuelto cada vez más difícil. La frialdad de las pantallas y la efimeridad de las relaciones personales va ligada a una dificultad, y a veces a una falta de interés, para conectar de forma genuina con un otro.
Poco a poco se produce un deterioro de las habilidades sociales, como es el caso de la empatía y la responsabilidad afectiva.
Las carencias en la comunicación virtual (ausencia de lenguaje no verbal, falta de contacto físico, asincronía de los mensajes enviados y recibidos…) generan fácilmente conflictos y malentendidos, así como la dificultad de gestionar situaciones que cara a cara serían más fáciles de abordar.
Dependiendo de cómo se utilicen, las redes pueden generar una gran sensación de control o falta de control en las relaciones con los demás.
En relación con esto, constantemente surgen nuevas dinámicas de abuso y manipulación que cada vez son más extendidas como el ciberbullying o el cibermoobing, u otras más específicas como el catfishing, el ghosting, el zombieing y el orbiting.
Ser víctima de este tipo de fenómenos genera un alto impacto emocional negativo asociado a sentimientos de abandono y rechazo, ansiedad, depresión y baja autoestima.
Son muchos los motivos por los que se pueden llegar a reproducir este tipo de comportamientos en las relaciones interpersonales online (miedo al rechazo, dificultad para romper una relación cara a cara, miedo al compromiso, dificultad para poner límites…). Sin embargo, son más consistentes los motivos por los que no llevar a cabo este tipo de conductas. Antes de actuar, pensemos en las consecuencias que pueden tener nuestros actos en otras personas y preguntémonos: «¿cómo me sentiría yo en su lugar?».
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Autora: Clara Ponce