Trastorno-personalidad-evitativa

Trastorno de la personalidad evitativa

¿Qué es el trastorno de la personalidad evitativa?

La principal característica de las personas que padecen el trastorno de personalidad evitativa (TPE) es un patrón marcado de inhibición social, se muestran extremadamente sensibles a las opiniones de los demás,

especialmente a la evaluación negativa, y un sentimiento de incompetencia que les lleva a evitar de manera activa las relaciones con otras personas, pudiendo desencadenar aislamiento social.

La prevalencia del Trastorno de Personalidad Evitativa se encuentra en torno a un 2,4 % de la población. Suele aparecer en la edad adulta temprana y se hace presente en multitud de situaciones:  

En el ámbito laboral, las personas con este trastorno huyen de participar en actividades que impliquen contacto con compañeros o jefes, por miedo al rechazo, la crítica, la desaprobación o no estar a la altura.

En ocasiones llegan a no aceptar ascensos o mejoras laborales que supongan mayor responsabilidad. Pueden incluso, por ejemplo, cancelar una entrevista de trabajo por temor a que le avergüencen por no ir vestido adecuadamente.

En el ámbito social, evitan el contacto con personas desconocidas, anticipan y asumen que las demás personas van a ser juiciosas con ellos y les desaprobarán.

Las personas con TPE se preocupan desmedidamente de que se les critique en las situaciones sociales, manifiestan una tolerancia a la crítica muy baja. Si alguien muestra una ligera desaprobación o crítica, pueden sentirse muy heridos, reaccionan desmesuradamente a las señales sutiles que son sugestivas de burla o mofa.

Añoran la interacción social, pero predominan muchas dudas sobre sus habilidades sociales y creen que son personalmente poco atractivos o inferiores a los demás (baja autoestima).

Únicamente son capaces de establecer nuevas relaciones si tienen total certeza de que serán del agrado de la otra persona y de que no van a ser rechazados. A pesar de su deseo de estar activos y de participar en la vida social, tienen miedo de poner su bienestar en manos de los demás, desconfían de los otros.

No adoptan un papel protagonista en ámbitos sociales, actúan con mucho control, no expresan sus sentimientos íntimos por temor a exponerse o ser ridiculizados.

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Tienen el convencimiento de que a nadie le importa lo que dicen, o que no será de su agrado, pudiendo no llegar a hablar en absoluto.

En actividades grupales (juegos, deportes en equipo, etc.), muestran rechazo a la participación a menos que haya confianza y convencimiento de protección por parte de las personas que conforman el grupo.

Manifiestan grandes dificultades para establecer relaciones íntimas, aunque sí que son capaces cuando hay seguridad de una aceptación absoluta. Suelen llevar un estilo de vida muy restringido como consecuencia de su necesidad de certeza y seguridad a la hora de interaccionar socialmente.

Desarrollo y evolución del trastorno de la personalidad evitativa

No hay consenso respecto a las causas del TPE, la comunidad científica defiende que se trata de un trastorno producido por diferentes factores.

Entre las posibles casusas los expertos hablan de que la interacción que ha tenido la persona con sus principales figuras de apegos parece tener mucha relevancia en el desarrollo del trastorno.

Conductas de rechazo y censura, o una escasa validación emocional por parte de los cuidadores puede influir significativamente en la autoestima del niño.

La conducta de evitación a menudo comienza en la infancia, manifestándose a través de aislamiento, timidez y miedo a los desconocidos y a las nuevas situaciones.

Aunque la timidez en la infancia es un precursor común del trastorno, en la mayoría de las personas tiende a disiparse gradualmente a medida que envejecen.

Este diagnóstico se debe utilizar con mucha precaución en niños y adolescentes, en los que la conducta tímida y evasiva podría ser acorde a su etapa de desarrollo.

En contraste, las personas que llegan a desarrollar el trastorno, la timidez y evasión irán en aumento durante la adolescencia y la adultez temprana, cuando las relaciones sociales con personas nuevas se vuelven especialmente importantes.

La timidez, además, está muy relacionada con la vergüenza y el sentimiento de vergüenza surge de la interacción con otros, cuando la persona se siente expuesta.  

En las persona con el Trastorno de Personalidad Evitativa, muchas veces se identifica como el sentimiento central, señalando un autoconcepto deficitario e inadecuado a las situaciones. El paciente evitativo con su vergüenza se esconde de la posibilidad de ser rechazado o criticado.

La timidez, vergüenza y desconfianza pueden verse reforzadas por el trato que reciba por parte de compañeros o personas relevantes en su entorno. Haber sufrido bullying puede predisponer a una persona a padecer TPE.

Trastorno de la personalidad evitativa y fobia social

Existe controversia entre el diagnóstico del TPE y la fobia social, dado que ambos comparten gran variedad de características, como la inhibición social, la hipersensibilidad a la crítica o el sentimiento de no ser adecuado o valido.

La principal diferencia entre ambos trastornos es que en la fobia social la persona que lo sufre evita algunas situaciones, pero no las relaciones estrechas, mientras que las personas con TPE evitan también las relaciones íntimas.

En la fobia social la expresión de la ansiedad y el miedo suelen ser más agudas e intensas, acompañadas en muchas ocasiones de gran activación fisiológica e incluso ataques de pánico.

Para el diagnóstico del TPE es necesario realizar un diagnóstico diferencial con la fobia social.

Tratamiento del Trastorno de Personalidad Evitativa

En cualquier intervención terapéutica es vital establecer un buen vinculo terapéutico, en la intervención con personas que padecen este trastorno es esencial.

De acuerdo con la sintomatología del TPE, el paciente puede pensar que va a ser rechazado, juzgado o criticado por el terapeuta, por lo que a menudo evitan el tratamiento.

La alianza terapéutica debe ser el principal foco de trabajo, el paciente debe sentir que se encuentra en un lugar seguro, sin juicios y donde pueda expresarse y ser escuchado.

Se puede intervenir desde diferentes tipos de terapia o desde un enfoque integrativo, la terapia cognitivo-conductual, la sistémica, la Gestalt, EMDR o el Psicoanálsis pueden ofrecer buenos resultados.

El proceso terapéutico irá enfocado a identificar los pensamientos disfuncionales responsables del miedo y la evitación para sustituirlos por otros más adaptativos.

También serán objetivos de la terapia: desarrollar habilidades sociales, mejorar la asertividad y la autoestima y reforzar el autoconcepto, para que la persona pueda interactuar socialmente sin miedo. Es importante dotar a la persona de herramientas que le permitan manejar la ansiedad e incrementar la tolerancia a la frustración.

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  Autor: Rafael Beato

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