El valor del juego y la creatividad en la experiencia de vida

Juego y creatividad

El Juego y la creatividad en el desarrollo psicológico y emocional

«La madurez del hombre es haberse reencontrado, de grande, con la seriedad que de niño tenía al jugar.»

 Friederich Nietzsche

“Hemos venido a jugar”. No creo equivocarme si digo que es una frase que hemos podido expresar en algún momento, y que, quizás, vaya muy de la mano con una posición frente a la vida, frente a la propia, sin saber siquiera qué quiere decir eso de jugar en la vida.

 No hay nada específico que defina el juego salvo una acción, un verbo, por lo que, podríamos decir que se trata de una experiencia; y esa experiencia nos puede atraer precisamente porque no es previsible.

El juego es aquella zona intermedia que permite el equilibrio entre las zonas de seguridad y de riesgo. Contactar siempre con el riesgo sería agotador, y vivir siempre desde la seguridad, algo aburrido.

También nos acerca a otro aspecto interesante: en el juego se puede perder. ¿Y qué quiere decirnos eso?

Que sin esa posibilidad, el juego no cumpliría la función que esperamos de él, sería un simulacro de emoción con final asegurado.

No creo que estuviéramos dispuestos a renunciar a todos los aspectos emocionantes de la vida a cambio de una existencia previsible, del mismo modo que generalmente tampoco nos gustaría jugar si no hubiera alguna incertidumbre en el resultado.

El juego interesa porque está igualmente abierto a la victoria y a la derrota.

Podríamos decir entonces, y, desde el punto de vista psicológico, que el juego es aquella zona intermedia, potencial, que no corresponde a nuestra realidad psíquica interna, es decir, se encuentra fuera del individuo, pero tampoco es del mundo exterior; como decía el psicoanalista D.W. Winnicott, el juego tiene un lugar y un tiempo, no se encuentra “adentro y tampoco afuera”… jugar es hacer.

La importancia del Juego y creatividad en e desarrollo psicológico

¿Por qué jugar?

 Jugamos porque jugar es universal, es comunicación, es lo natural, es salud y nos proporciona autocuración.

Cuando un niño (o un adulto) está jugando se muestra creador, por eso el juego es esencial, porque en él podemos usar toda la personalidad, y el individuo descubre su persona sólo cuando se muestra creador.

Pero, ¿dónde se origina esto de jugar?

Los orígenes se encuentran en la relación madre – bebé, motivada por el amor de la madre hacia éste; es la primera de todas y precursora de lo que será el futuro sujeto.

El jugar, como decíamos antes, tiene un tiempo y un espacio; este tercer espacio tiene lugar en un estado de ilusión, un estado de ilusión del bebé, que debe sostener la madre.

Gracias a que se da esta confiabilidad en la madre, el bebé desarrollará un sentimiento de confianza hacia el ambiente. Lo que permite entre otras cosas pasar de una relación de dependencia y fusión a la autonomía.

Estas afirmaciones relativas al bebé son generalizables a cualquier relación. Si sustituimos «bebé» por organismo y «madre» por ambiente, estaremos nombrando las condiciones indispensables para que se de una relación de intimidad, en la que la identidad de las personas no esté amenazada.

Donde puedan crecer y desarrollarse en el encuentro, estando juntas sin estar unidas, y siendo autónomas sin ser egoistas. 

Una relación en la que momentáneamente se acepta la fusión, se acepta ser uno mismo y ser para el otro; construyendo poco a poco la confianza necesaria para que aceptemos la separación y la autonomía.

Así poder aceptar que hay dos zonas de juego que se superponen y disfrutar de ello.

Diferentes autores, desde escritores a filósofos, pasando por los colegas de la psicología evolutiva han dedicado su atención al tema del juego.

En psicología evolutiva se ha atendido en particular la importancia del juego para el desarrollo del niño.

Así unificando a los diferentes autores, se dice que el juego es de suma importancia para el niño pues:

  •  Da información sobre el mundo exterior.
  •  Fomenta el desarrollo intelectual.
  •  Abre la posibilidad del descubrimiento de sí mismo.
  •  Permite la elaboración de conflictos y deseos.
  •  Mantiene conexiones sistemáticas con lo que no es juego: el desarrollo del lenguaje, la inteligencia…
  •  Existe el factor social y de dominio y conocimiento del entorno.
  •  Es fuente de placer y es divertido.
  •  Tiene un carácter simbólico.

Y es que el juego, como lo otro, lo separado, lo inútil, lo que realiza irrealizando, con la fe de un creyente, de forma obediente y sobrecogedora como quien «se juega la vida» o en la simple simulación representacional de aquello que  «sólo es un juego».

El juego, así como el arte, sirviéndose de la imaginación y la creatividad penetrando la vida misma, imprimiéndole tensión y movimiento, aportando estilo, y forma.

Comunica y moviliza, transforma, enfrenta y por ello mismo reúne e inspira comunidad y lejos de establecerse como un proceso de anonadamiento, permite el descubrimiento de lo otro y esencial, da sentido y desvela lo más profundamente real.

Juego y creatividad

La creatividad como característica de vida

En toda creación hay algo que se hace. Existen dos modos de hacer: uno técnico que es un modo repetitivo y reglado, y un hacer poietico que se inicia con una intención abierta.

No tiene una finalidad predeterminada ni intención de lograr un resultado siguiendo un esquema rígido.

Se trata de un hacer abierto a lo que pueda surgir en el momento de estar haciendo algo. Lo que va a surgir en este proceso se desconocía de antemano.

La referencia a creación remite a algo original y único, aunque no surge de la nada. El hacer poietico es un hacer de búsqueda, no reproductivo, y que nunca termina.

Escapa de lo que la cosa es, la configura y, de allí, pasa a un plano trascendente, no solo en orden al espacio y a los valores, sino también en orden al tiempo, dado que no queda encerrado en el presente.

No se da en el mundo de lo concreto, de lo definitivo, de lo terminado, sino en lo posible.

Referenciando de nuevo a Winnicott observa la creatividad como característica de la vida y del vivir en su totalidad. Para el autor, la vida solo es digna de ser vivida cuando la creatividad forma parte de la experiencia vital de un individuo.

Vivir creativamente significa no ser muerto o aniquilado todo el tiempo por la sumisión o la reacción a lo que nos llega del mundo, significa ver las cosas de un modo nuevo.

Por eso este artículo tilda la creatividad como “experiencia de vida”, porque son ingredientes que ayudan a cocinar una experiencia, que, sin ellos, habría un empobrecimiento vital; el síntoma de una vida no creativa es el sentimiento de que nada tiene sentido, de futilidad.

Hay que distinguir entre lo rutinario y lo aburrido; aún realizando una tarea rutinaria puede preservarse una zona donde se juegue la experiencia imaginativa; en cambio el aburrimiento se halla vinculado con la sumisión y la imitación.

Citando al filósofo José Miguel Valle: “Todo lo que ahora nos parece obvio hubo un momento en que no existió, y si ahora existe es porque alguien tuvo la osadía de imaginarlo.

Estoy seguro de que a ese alguien osado le repitieron que su idea era imposible.

Progresamos gracias a la desobediciencia imaginativa de los hombres y mujeres que idearon otras posibilidades.”

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Autora: Mar Argüello

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